3 de diciembre de 2011

Necesito un tiempo… la reflexión

Sentado en la colina, el maestro miraba al horizonte en la espera de una respuesta eterna. Al ver aquella postal, un aprendiz de la espera, se encontraba abajo curioso por la actitud del maestro, por lo cual decide emprender el viaje hacia las alturas motivado por su propia duda.
Tres días de hambre y lluvia fueron los que le llevó a aquel aprendiz llegar a lo más alto de aquella colina. Poco importaban aquellas dificultades por el propio objetivo de alcanzar una palabra  iluminada de su maestro.
Una vez arriba, y luego de sentarse una hora más a descansar por el largo viaje, junta el valor para indagar al maestro…

“Maestro… tu que todo lo sabes y que desde hace días te encuentras pensativo  en la búsqueda de una respuesta que quizás nunca llegue. ¿Qué es lo que realmente esperas?”

Al escuchar aquel extraño sonido,  irreconocible luego de una semana de aislamiento en donde solo oía la naturaleza y sus pensamientos, el maestro gira repetidamente su cabeza intentado identificar la procedencia de aquel ruido. Todo parecía igual, hasta que al girar hacia su espalda encuentra a su aprendiz.
La cara del maestro empieza a cambiar y su paz se convirtió en furia. Cuando lograr recordar cómo hablar, mira a los ojos del aprendiz y le dice…

“Raja de acá!... pendejo!”

En aquel momento, el aprendiz decepcionado, entendió que las teorías del amor pueden ser algo duras y que no siempre las respuestas están allí en donde los aparentes dueños del saber dicen.
Decepcionado, el joven emprende su viaje de vuelta, recorriendo un camino algo mas soleado y sin tantas dificultades. Pareciera que la luz estaba en su regreso y cada vez se convencía más la poca relevancia de su viaje.


Al segundo día, mientras descansaba, ve a su maestro caminando con un paso tranquilo y despreocupado. El maestro estaba más feliz y de mejor humor que cuando se vieron por última vez. Cuando reconoce a su aprendiz se detiene un momento, lo mira y le dice con los ojos sinceros…


“Gracias! …Uno se encierra en sus propios pensamientos y necesita de alguien más para que le muestre otra visión de la realidad. Nuestra mente nos propone un laberinto que parece llevar siempre a un mismo camino sin demasiadas respuestas en donde una  pequeña duda toma grandes dimensiones. Lo que era pequeño, se convierte en grande tan solo por dividirlo en partes que no parecen tener otra salida que torpes suposiciones e hipótesis que solo aumentan la duda”

Lejos de darle tiempo al joven para que reflexione sobre sus palabras, el maestro continúa su camino ante la atenta mirada de su aprendiz que continúa sorprendido por aquella confesión y antes de que el aprendiz pueda reaccionar, ve regresar a aquel sabio que se acerca y le susurra al oído…

“Che… de todas maneras no lo divulgues mucho, no es cuestión de avivar giles”


Ambos rieron y emprendieron el viaje de vuelta a casa.


Extraído del libro: “Miradas sobre la espera en las culturas milenarias orientales. Una visión de cómo los chinos esperarían, si tuvieran una representación del tiempode Jack Cousteau Van Dame

1 comentario:

Anónimo dijo...

me encanto Nico!!! me encanto!