
Alguno recordaron algunos momentos históricos en los que estas palabras fueron protagonistas partiendo de una simple pregunta ¿Adán y Eva se habrán pedido un tiempo cuando uno de los dos tenía un mal día en el paraíso? ¿Y cuando comieron la manzana?
Pero pronto ese disparador fue derivando por cuestiones más teóricas, volviendo a acercar las diferentes corrientes de la espera perpetua. Algunos de los más jóvenes comenzaron a militar en el denominado Neolibertinaje temporal. Entre los ejes que promulgan desde esta nueva corriente, nos encontramos con, por ejemplo “El tiempo para todos”. No así una de las corrientes más clásicas dentro de los Bohemios de izquierda, los bohemios disidentes, cuyo principal exponente anuncia con bombos y platillos que “El que quiere tiempo tendrá tiempo y el que quiere duelo tendrá duelo”.
Los más clásicos volvieron a tomar como referencia a la ultra derecha romántica de las rosas rojas que estableces que la necesidad del tiempo es parte de no saber afrontar las crisis que se generan cada 6 meses dentro de una pareja y que ese espacio vacío sirve, en lo general, para extrañarse mutuamente y empezar de nuevo. Por supuesto que estos son los que más tardan es materializar el duelo por quedar atormentados en una eterna espera y pocos pueden refutar su teoría.
Esto último llevó a que algunos disertantes del desamor progresista, lleven a intentar voltear estas teorías anunciando que el tiempo es una agonía prolongada de un desamor anunciado.
Lo cierto es que ante tantas teorías, los filósofos de terraza no llegaron a concluir que teoría está más cercana a la realidad y para cuando se plantearon un cierre de la reunión, alguno comenzaba a pedirle matrimonio a las plantas al confundir la silueta de un árbol con alguna novia de la infancia. Allí fue cuando los mas lucidos decidieron dar por finalizado el debate y comenzar a guardar los brebajes que amenizaban la reunión.
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